Por Judith Guillen
En mi andar por el centro occidente de
Venezuela, me topé con una figura
femenina: Maria Lionza, una mujer
que se dice existió por estas tierras, pero todo permanece en el
misterio. Algunos la consideran una diosa y así la veneran.
El culto a María
Lionza mezcla la religión católica con la cultura indígena nativa y la
africana. Así la historia de María Lionza fue considerada como un mito y una
leyenda. En esta ocasión les
ofrezco uno de los cuentos más
conocidos en torno a esta mujer, considerada -por quienes le rinden culto- como una reina.
Maria Lionza fue
una doncella indígena Nívar, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua.
El Chamán de la aldea había predicho que cuando naciera una niña de ojos
extraños, ojos color verde agua, había que sacrificarla y ofrendarla al Dueño
de Agua, al Gran Anaconda porque de no hacerlo así, vendría la ruina y la
extinción de los Nívar. Pero su padre fue incapaz de hacerlo y escondió a la
niña en una cueva de la montaña, con 22 guerreros que la vigilaban y
custodiaban su salida.
Ella tenía prohibido verse en los espejos de agua, pero
un día una fuerza misteriosa adormeció a los guardianes, y la bella joven salió
de la cueva y caminó hasta el lago, descubriendo su propio reflejo en el agua.
Ella estaba encantada con su visión. Así despertó al Dueño de Agua, al Gran
Anaconda, quien emergió de las profundidades, enamorándose de ella y
atrayéndola hacia si. En el lago, Maria Lionza y la poderosa serpiente
celebraron una comunión espiritual y mística.
Cuando su padre descubrió esta
unión, intentó separarlos. Entonces la Anaconda creció, se hizo enorme, y
estalló provocando una gran inundación que arrasó con la aldea y su gente.
Desde ese día Maria Lionza se volvió la Diosa protectora de las Aguas Dulces,
Los Bosques y Los Animales Silvestres.
Un cuento en el que los amantes en comunión (María Lionza y la serpiente) se tornan con una fuerza inconmesurable y se convierten en una divinidad, protectora de las aguas y las manifestaciones de vida sobre el planeta. Así nos recuerda toda la fuerza que alberga esa energía sexual, su potencialidad creadora y generadora de vida.
Existe la posibilidad de ser como Maria Lionza y despertar a una faceta de la sexualidad en el sentido místico que nos lleve a ser custodias de vida, enamoradas del amor divino.
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