miércoles, 22 de enero de 2014

Desde la Madre India





Que día tan loco fue  ayer.  Un día de contrastes.
Fuimos a una feria de salud. Se realizó en Dharavi, el mas grande  slum de India.  El local se ubicaba en  una especie de colegio donde se había acomodado un espacio para ir haciendo historias clínicas, camillas y mesitas con todos los artículos necesarios, que eran cuidados y repuestos por una simpática gordita que llevaba burka y con la que nos podíamos entender únicamente por señas y sonrisas.
Comenzaron a acudir, una por una muchas personas de todas las edades, quienes avanzaban en largas colas contestando a las  preguntas sobre su historia de salud.  Una se veía rodeada de gente en extremo humilde, doliente, necesitada de ayuda.  Al verles, no se podía  dejar de pensar en lo que más hubieran necesitado: una buena nutrición.   Algunas personas estaban tan, pero tan delgadas!  Tenían las miradas perdidas, con un sufrimiento silencioso, contenido.  No había la alegría de los niños ni el cotorreo de las mujeres.  Ni ese estar en la queja que vemos en las consultas de occidente, en  las que se compite por querer ser  a quien  más le duele . No. Había más bien   un silencio doliente.
Eramos 4 acupuntores que corríamos de un lado para el otro tratando de atender a la multitud.  Yo iba en desventaja porque al no ser de la zona a veces no podía mas que sonreír ante la larga explicación que me daban en Marati o en Hindi, pero veía a donde señalaban, leía  rápidamente la historia que se había hecho y presta al tratamiento.  Una tras otra la combinación de puntos, parecía inspirada por Qi Bo, el gran acupuntor chino... Cuando era imposible entenderles, corría en busca de alguien que me tradujese; difícil labor.
Las fotos que se tomaron no lo refleja y hasta serian ofensivas porque no alcanzan a demostrar el sentir de humildad que se respiraba. 
Aunque yo no estaba de acuerdo en esta forma de atención tan rápida, con tanta espera, luchaba conmigo misma y me decía que si estaba ahí era porque así lo quería la Creación.  Para poder atenderles era necesario algo especial.  Esa parte a la que damos en llamar "humana" se rebela y ¿porque no admitirlo? Te entra un cierto temor, hasta un disgusto y el ego te inunda de estúpidos cuestionamientos y por momentos te entregas a la falsa creencia de que vas a ir ahí a "ayudar" cuando en realidad, lo que eres es ayudado.
¿Cómo no cambiar, conmoverte, sintonizarte, cuando se te esta recordando que por circunstancias, tú, en ese preciso momento, tienes para comer y los dolores que puedas estar sufriendo no llegan a ser de tal importancia?
Pero no era lo que se vivía en ese momento en ese slum de Bombay.  ¡No!  Era un grupo de gente esperanzada, confiada, que acudía a nosotros.  Es en tantas partes del planeta donde están los dolientes del mundo, los abandonados, los solos, los desesperanzados.   ¡Y pensar que nos basta un resfriado y de pronto no somos nada!
Había  que envolverse en una nube de amor - en la de la Creación que te permitía estar en ese momento en otra posición - dejar cualquier sentimiento negativo y ponerse en "modo Madre Teresa de Calcuta" y simplemente dejarse llevar.  Una tras otras las palabras de mi Maestro, el Dr. José Luis Padilla, venían a la mente para recordarme mi papel de intermediaria en el proceso de sanación. Así de acompañada todo era mas sencillo y ¡hasta mágico! 
Que sensaciones!  Punturábamos  pieles magras, a donde las agujas no entraban... se usan muy chiquitas por eso... Muchos en larguísimas colas con muy pocas camillas…  Lavarse las manos con desinfectante después de cada paciente, alcohol, algodones, ventosas, fuego para ponerlas, moxas... una total locura de gente esperanzada.  Termine agotada por mi pie torcido dos días antes en que me caí a uno de los muchos huecos.... Pero ahí ni me dolía. Luego si, ¡claro!
Después  de varias horas de tragín, me invitan a una boda.  Como siempre, quiero ver y experimentarlo todo.  Es en una hora!  Ay!  ¡Y yo que quería descansar por lo menos 5!  ¡Uff!  No tengo traje!  No importa, se me perdona por extranjera.
Y aunque lo hubiera tenido, nada hubiera llegado a esa altura. Ahora estaba rodeada  de saris elegantísimos, collares gruesos de oro, aretes que me destrozarían las orejas de lo pesados... comida por todos lados... esplendor... muchas, muchas risas y alegría... Esta gente tiene la mejor sonrisa del planeta.
Por unos instantes pensé en que pasaría si me vuelvo como Robin Hood y de pronto despojo a todos de tanta joya, las pongo en un saco, luego las vendo y pongo muchas consultas populares.  Ja, ja, ja cómoda como soy, ¡no me imagino escapando en un rickshaw como mi cargamento de oro!
Regreso a la cordura.  Paseo mi mirada por la concurrencia.  Claro... todos me miran... "quien será esa señora tan mal vestida, sin sari y con cara de boba?"
Y ahí, entre todos, había alguien que no me contemplaba.  Vi a una señora mayor con una de las miradas mas impresionantes.  Esas miradas que reflejan máxima ternura, como debe haber sido mi heroína del momento, Teresa... y de pronto, a la distancia, me miro largo rato a los ojos, junto sus manos y me hizo una reverencia.  De inmediato hice lo mismo sobrecogida por la sencillez, la dulzura de ella, que era de las pobres invitadas a la boda.   ¡Yo quiero ser como ella!  ¡Qué no haría si tuviera esa mirada, esa dulzura!
La comida es muy rica pero potente y hay que cuidarse.  Felizmente el agua que nos daban venia en vasitos descartables herméticamente cerrados.  Alcohol muy muy poco y casi nadie lo toma y menos las mujeres.  Eso me encanta.  No necesitan de nada para estar alegres.
Al salir de la boda, pasamos por sitios como los que muestran las fotos en la red con edificios que ni Manhattan tiene ... preciosos. ¡Todo es tan especial!   porque al lado o al frente hay un slum.  Por los monzones todo se destruye y ya no le dan mantenimiento ni mucho menos.
Vi muchas urbanizaciones - edificios con vigilantes - que serian las mas caras, pero no tienen pisos en las áreas comunes, así que son terrales.  No quiero ni imaginar cuando llueve.  Y por eso nadie entra con zapatos a las casas.  Hay que descalzarse.  Dentro ya es otra cosa... aunque los baños son muy diferentes a los nuestros.  No se usa papel higiénico.  Uno se lava.  No entrare en detalles...
La pase bien, aunque en algunos momentos era díficil porque no entendía nada de nada en su idioma y la chica con la que fui habla una mezcla extraña y le entiendo la mitad.  Les he debido parecer ligeramente retardada.   Con una gran sonrisa me preguntó: "have you seen the ceiling?" yo entendi eso y mire al techo del automóvil  cuestionándome que tendrían de especial los techos para los hindúes y dije.
 "Yes.  What about it?"
 "Do you like it?" , a lo que poco convencida dije "yeah....."
Luego pasamos por ese puente super largo a través del mar y yo estaba fascinada... y pregunte:
 "Cómo se llama?"  Y ella me dijo: "Ceiling!!!"  pero como diciendo... "si hace un rato te lo pregunte y dijiste yeah! Debió pensar:  ¡Ay que rara esta sudamericana!"  O sea que ese era el nombre... o algo parecido (Luego me entere que se llama Sion Link… pero con pronunciación hindú)
Esa es la vida en lo que por ahora conozco de Bombay.  Están los de los lujos, bellos automóviles completamente manufacturados en el país conducidos por choferes privados, sirvientes en las casas y otras cosas que no vi, y por otro lado la gente de los slums - donde viví - que sonríe, se ayuda, comparte, festeja, ríe... mueve la cabeza... vuelve a reír de cualquier cosa...son dadivosos y muy prestos a ayudarte para que  estés bien.  Para los niños eres un inmenso motivo de curiosidad, de franca alegría.  
Y te das cuenta de que en Europa con el adelanto ha venido la tristeza... dinero por las puras, vidas aisladas, egoístas, sin comunicación, incluso, más dolientes.  Los motivos para sonreír parecen escasos.  Como si la adustez les diera clase, categoría.
Aquí, es aquí, en medio de la miseria, donde uno recuerda como sonreír, como darle la vuelta a la miseria y aprender a compartir.
Que nuestras miradas, sonrisas, actos y pensamientos sean de la más pura humildad... de alegría de vivir!

Publicado por Rosa Flores.

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