Que día tan loco fue ayer. Un día de contrastes.
Fuimos a una feria de salud. Se realizó en Dharavi, el mas grande
slum de India. El local se ubicaba en una especie de colegio
donde se había acomodado un espacio para ir haciendo historias clínicas, camillas
y mesitas con todos los artículos necesarios, que eran cuidados y repuestos por
una simpática gordita que llevaba burka y con la que nos podíamos entender únicamente
por señas y sonrisas.
Comenzaron a acudir, una por una muchas personas de todas las edades,
quienes avanzaban en largas colas contestando a las preguntas sobre su
historia de salud. Una se veía rodeada de gente en extremo humilde,
doliente, necesitada de ayuda. Al verles, no se podía dejar de
pensar en lo que más hubieran necesitado: una buena nutrición. Algunas
personas estaban tan, pero tan delgadas! Tenían las
miradas perdidas, con un sufrimiento silencioso, contenido. No había
la alegría de los niños ni el cotorreo de las mujeres. Ni ese estar en la
queja que vemos en las consultas de occidente, en las que se compite por querer ser a
quien más le duele . No. Había más bien
un silencio doliente.
Eramos 4 acupuntores que corríamos de un lado para el otro tratando de
atender a la multitud. Yo iba en desventaja porque al no ser de la zona a
veces no podía mas que sonreír ante la larga explicación que me daban en Marati
o en Hindi, pero veía a donde señalaban, leía rápidamente la historia que
se había hecho y presta al tratamiento. Una tras otra la combinación de
puntos, parecía inspirada por Qi Bo, el gran acupuntor chino... Cuando era
imposible entenderles, corría en busca de alguien que me tradujese; difícil
labor.
Las fotos que se tomaron no lo refleja y hasta serian ofensivas porque no
alcanzan a demostrar el sentir de humildad que se respiraba.
Aunque yo no estaba de acuerdo en esta forma de atención tan rápida, con
tanta espera, luchaba conmigo misma y me decía que si estaba ahí era porque así
lo quería la Creación. Para poder atenderles era necesario algo especial.
Esa parte a la que damos en llamar "humana" se rebela y ¿porque
no admitirlo? Te entra un cierto temor, hasta un disgusto y el ego te inunda de
estúpidos cuestionamientos y por momentos te entregas a la falsa
creencia de que vas a ir ahí a "ayudar" cuando en realidad, lo
que eres es ayudado.
¿Cómo no cambiar, conmoverte, sintonizarte, cuando se te esta recordando
que por circunstancias, tú, en ese preciso momento, tienes para comer y los
dolores que puedas estar sufriendo no llegan a ser de tal importancia?
Pero no era lo que se vivía en ese momento en ese slum de Bombay.
¡No! Era un grupo de gente esperanzada, confiada, que acudía a
nosotros. Es en tantas partes del planeta donde están los dolientes del
mundo, los abandonados, los solos, los desesperanzados. ¡Y pensar que
nos basta un resfriado y de pronto no somos nada!
Había que envolverse en una nube de amor - en la de la Creación que
te permitía estar en ese momento en otra posición - dejar cualquier sentimiento
negativo y ponerse en "modo Madre Teresa de Calcuta" y simplemente
dejarse llevar. Una tras otras las palabras de mi Maestro, el Dr. José
Luis Padilla, venían a la mente para recordarme mi papel de intermediaria en el
proceso de sanación. Así de acompañada todo era mas sencillo y ¡hasta
mágico!
Que sensaciones! Punturábamos pieles magras, a donde las
agujas no entraban... se usan muy chiquitas por eso... Muchos en larguísimas
colas con muy pocas camillas… Lavarse las manos con desinfectante después
de cada paciente, alcohol, algodones, ventosas, fuego para ponerlas, moxas...
una total locura de gente esperanzada. Termine agotada por mi pie torcido
dos días antes en que me caí a uno de los muchos huecos.... Pero ahí ni me
dolía. Luego si, ¡claro!
Después de varias horas de tragín, me invitan a una boda.
Como siempre, quiero ver y experimentarlo todo. Es en una hora!
Ay! ¡Y yo que quería descansar por lo menos 5! ¡Uff! No
tengo traje! No importa, se me perdona por extranjera.
Y aunque lo hubiera tenido, nada hubiera llegado a esa altura. Ahora
estaba rodeada de saris elegantísimos, collares gruesos de oro, aretes
que me destrozarían las orejas de lo pesados... comida por todos lados...
esplendor... muchas, muchas risas y alegría... Esta gente tiene la mejor
sonrisa del planeta.
Por unos instantes pensé en que pasaría si me vuelvo como Robin Hood y de
pronto despojo a todos de tanta joya, las pongo en un saco, luego las vendo y pongo
muchas consultas populares. Ja, ja, ja cómoda como soy, ¡no me imagino
escapando en un rickshaw como mi cargamento de oro!
Regreso a la cordura. Paseo mi mirada por la concurrencia.
Claro... todos me miran... "quien será esa señora tan mal vestida,
sin sari y con cara de boba?"
Y ahí, entre todos, había alguien que no me contemplaba. Vi a una
señora mayor con una de las miradas mas impresionantes. Esas miradas que
reflejan máxima ternura, como debe haber sido mi heroína del momento, Teresa...
y de pronto, a la distancia, me miro largo rato a los ojos, junto sus manos y
me hizo una reverencia. De inmediato hice lo mismo sobrecogida por la
sencillez, la dulzura de ella, que era de las pobres invitadas a la boda.
¡Yo quiero ser como ella! ¡Qué no haría si tuviera esa mirada, esa
dulzura!
La comida es muy rica pero potente y hay que cuidarse. Felizmente
el agua que nos daban venia en vasitos descartables herméticamente cerrados.
Alcohol muy muy poco y casi nadie lo toma y menos las mujeres. Eso
me encanta. No necesitan de nada para estar alegres.
Al salir de la boda, pasamos por sitios como los que muestran las fotos
en la red con edificios que ni Manhattan tiene ... preciosos. ¡Todo es tan
especial! porque al lado o al frente hay un slum. Por los monzones
todo se destruye y ya no le dan mantenimiento ni mucho menos.
Vi muchas urbanizaciones - edificios con vigilantes - que serian las mas
caras, pero no tienen pisos en las áreas comunes, así que son terrales.
No quiero ni imaginar cuando llueve. Y por eso nadie entra con zapatos
a las casas. Hay que descalzarse. Dentro ya es otra cosa... aunque
los baños son muy diferentes a los nuestros. No se usa papel higiénico.
Uno se lava. No entrare en detalles...
La pase bien, aunque en algunos momentos era díficil porque no entendía
nada de nada en su idioma y la chica con la que fui habla una mezcla extraña y
le entiendo la mitad. Les he debido parecer ligeramente retardada.
Con una gran sonrisa me preguntó: "have you seen the ceiling?" yo
entendi eso y mire al techo del automóvil cuestionándome que tendrían de
especial los techos para los hindúes y dije.
"Yes. What about
it?"
"Do you like it?" , a lo que poco convencida dije
"yeah....."
Luego pasamos por ese puente super largo a través del mar y yo estaba
fascinada... y pregunte:
"Cómo se llama?" Y
ella me dijo: "Ceiling!!!" pero como diciendo... "si hace
un rato te lo pregunte y dijiste yeah! Debió pensar: ¡Ay que rara esta sudamericana!" O
sea que ese era el nombre... o algo parecido (Luego me entere que se llama Sion
Link… pero con pronunciación hindú)
Esa es la vida en lo que por ahora conozco de Bombay. Están los de
los lujos, bellos automóviles completamente manufacturados en el país
conducidos por choferes privados, sirvientes en las casas y otras cosas que no
vi, y por otro lado la gente de los slums - donde viví - que sonríe, se ayuda,
comparte, festeja, ríe... mueve la cabeza... vuelve a reír de cualquier
cosa...son dadivosos y muy prestos a ayudarte para que estés bien. Para los niños eres un
inmenso motivo de curiosidad, de franca alegría.
Y te das cuenta de que en Europa con el adelanto ha venido la tristeza...
dinero por las puras, vidas aisladas, egoístas, sin comunicación, incluso, más
dolientes. Los motivos para sonreír parecen escasos. Como si la adustez
les diera clase, categoría.
Aquí, es aquí, en medio de la miseria, donde uno recuerda como sonreír,
como darle la vuelta a la miseria y aprender a compartir.
Que nuestras miradas, sonrisas, actos y pensamientos
sean de la más pura humildad... de alegría de vivir!
Publicado por Rosa Flores.